La importancia de escuchar a nuestro cuerpo
“Nuestro cuerpo nos dice más o menos qué comer y cuándo comer, y tal vez deberíamos escucharlo”, dijo Susanne Klaus, investigadora principal en la Institución Alemana de Nutrición Humana. Esto tiene sentido, pero la manera en la que nuestro cuerpo exige energía no es la misma a lo largo de nuestras vidas.
Desde ser alimentados por nuestros padres cuando somos bebés, hasta comer golosinas azucaradas en la infancia, comer todo lo que vemos en la adolescencia y luego picar en platos simples en etapas posteriores de la vida, nuestros apetitos cambian con los años. Entender el porqué puede ayudar a asegurar una buena salud en nuestros años posteriores.
Las hormonas del hambre y su funcionamiento
En esencia, comer es funcional: sin la energía que extraemos de los alimentos, simplemente no sobreviviríamos. Los carbohidratos en nuestra comida se convierten en energía, mientras que las grasas y los aminoácidos ayudan a crear las proteínas vitales y otras estructuras que permiten que el cuerpo funcione.
Para asegurar que estos procesos funcionen sin problemas, el cuerpo cuenta con sistemas especiales para garantizar un suministro regular de energía. “Estos son mecanismos [autoregulatorios] que impulsan el hambre y la saciedad”, dijo Klaus. “Principalmente son señales del estómago e intestino, pero también de hormonas como la leptina, que es secretada por el tejido adiposo [o grasa corporal] y que señala al hipotálamo principal [un centro de control en el cerebro]. Este es un sistema autónomo, como la respiración”.
Estos impulsores químicos que nos obligan a buscar (o dejar de buscar) alimentos a veces se denominan hormonas del hambre. Además de la leptina, la grelina es quizás la hormona del hambre más conocida. La grelina es liberada en el torrente sanguíneo por el estómago y le dice al cerebro que comience a comer. Cuando estás lleno, la liberación de grelina disminuye, dando una sensación de saciedad.
Otras hormonas también regulan las sensaciones de plenitud y vacío. Estas incluyen la insulina y otras hormonas pancreáticas que inhiben el hambre, como GLP-1, que es imitada por el medicamento para la diabetes, Ozempic.
Mecánica de la digestión
Cuando estas hormonas te impulsan a meter comida en la boca, el cuerpo utiliza procesos digestivos para literalmente consumir tu comida. La digestión mecánica comienza en la boca, donde mueles tu comida en formas más pequeñas y blandas que puedes tragar. Este proceso continúa a medida que esta mezcla tragada es forzada hacia abajo por el esófago hacia el estómago, un proceso conocido como peristalsis.
Junto a este proceso está la digestión química. Esta comienza en la boca donde las enzimas amilasas en la saliva comienzan a descomponer los almidones en la comida. Más de estas enzimas digestivas están en el estómago para terminar el trabajo y así el agua y los nutrientes pueden ser absorbidos del intestino hacia el torrente sanguíneo.
Cambios en el apetito a medida que envejecemos
Este impulso por la comida se intensifica cuando llegas a la adolescencia. El cuerpo ansía energía para alimentar su etapa de crecimiento más importante —la pubertad— impulsándolo hacia la madurez física y sexual.
Pero la nutrición a lo largo de la vida puede ser un desafío. Para las personas mayores, existe el riesgo de que el cuerpo se vuelva menos efectivo a la hora de provocar la ingesta necesaria de nutrientes. Algunos estudios han demostrado cambios en los patrones de secreción de hormonas del hambre en la vida posterior.
“Cuando las personas envejecen, en promedio, [pierden] masa muscular y el músculo es el compartimento que más energía utiliza”, dijo Klaus. Un gran impulsor de la reducción de masa muscular es la falta de consumo de proteínas suficientes.
“La ingesta de proteínas en etapas avanzadas de la vida es más baja de lo recomendado y, de hecho, las recomendaciones, según varios grupos científicos, deberían ser mayores para la ingesta de proteínas en la vida avanzada, porque es muy importante mantener la masa muscular”, dijo Daniel Crabtree, investigador en nutrición en etapas tardías de la vida en la Universidad de Aberdeen. A pesar de los consejos, Crabtree mencionó que la ingesta de proteínas de las personas mayores tiende a estar por debajo de lo que se recomienda, y eso puede incluir factores fisiológicos y otros signos de un cuerpo envejecido, desde problemas dentales hasta cambios en el gusto o el olfato.
Fuente y créditos: www.dw.com
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