Tragedia en el Canal de la Mancha
Las muertes de una docena o más de migrantes en el Canal de la Mancha no cambian las realidades fundamentales de esta ruta migratoria y de las personas que desean utilizarla. La mañana del miércoles, otro bote con varias decenas de personas intentaba llegar al Reino Unido desde el norte de Francia. Periodistas en una playa en Wimereux, cerca de Boulogne, transmitieron en vivo un video de un bote inflable con personas rumbo al mar. Y menos de 24 horas después de que una embarcación improvisada se rompiera de la parte inferior y volcara frente a la costa francesa, encontramos a un grupo de cerca de 50 migrantes sentados al lado de la carretera después de que su intento de llegar a Gran Bretaña fracasó. La mayoría eran hombres jóvenes de países como Irán e Irak, pero también había pequeños grupos de países como Sudán del Sur y Sri Lanka.
Las historias de los migrantes
Una mujer kurda llamó nuestra atención, con un chaleco salvavidas naranja brillando bajo su cárdigan. Ella tenía tres pequeñas hijas, incluidas gemelas de cinco años, que nos mostraron ampollas dolorosas en los dedos de los pies. Su madre explicó que habían estado caminando largas distancias cada noche mientras los traficantes de personas intentaban encontrarles un bote.
Nadie de los que hablamos estaba pensando en regresar. Le pregunté a un hombre de Sri Lanka llamado Sayanthan si era consciente de que 12 personas habían muerto el día anterior. Se vio sorprendido y cubrió su cara. “No”, dijo suavemente. ¿Seguiría intentando llegar al Reino Unido?, le pregunté. Asintió. Nadie de los que entrevistamos ha decidido regresar.
Las dificultades del viaje
Un hombre de Sudán del Sur, que se hizo llamar Marco, dijo que el bote de goma que esperaban utilizar había sido cortado por la policía francesa antes de que tuvieran la oportunidad de usarlo. “¿Por qué nos tratan así?”, dijo. “He estado aquí durante cuatro meses usando la misma ropa. Solo quiero irme”. Le pregunté cuántas veces había intentado llegar al Reino Unido. Marco respondió: “Esta es la primera. Esta fue la primera vez”. De su rostro emanaba una expresión de decepción.
Las redes de tráfico de personas cobran entre 2,000 y 3,000 euros. Muchos no pueden permitirse intentar varias veces. Finalmente, un autobús local fue enviado para recogerlos. Sin embargo, esta ruta de autobús es poco común, ya que se detiene en numerosos campamentos y desvíos no oficiales en la carretera que se extiende hasta Calais y Dunkerque. Esta es la realidad de la vida de un migrante en el norte de Francia: una vida de penurias y peligros y un sueño irrenunciable.
Fuente y créditos: news.sky.com
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