Las Probes Voyager
Saturno capturado por el programa Voyager. Smith Collection/Gado/Getty Images. Una vez que los viajes planetarios de las sondas Voyager terminaron, fue posible iniciar una nueva fase de misión. Después de sus últimas paradas planetarias, ambas sondas alcanzaron la velocidad de escape del sistema solar, lo que les permitió liberarse de la gravedad del sol. Desde 2012 para Voyager 1 y 2018 para Voyager 2, se han convertido en interestelares. Sabemos esto porque después de esas fechas, los sensores en las sondas mostraron que las partículas cargadas del sol se volvieron menos numerosas y menos energéticas que las detectadas del entorno galáctico. Esta fue una oportunidad dorada para estudiar los límites del sistema solar y el entorno fuera de él. Las naves espaciales Voyager 1 y 2 llevaron discos dorados: grabaciones de sonidos e imágenes destinadas a mostrar a seres extraterrestres la vida y la cultura de la Tierra.
El Secreto de una Larga Vida
Llegar a tal distancia solo es posible con la fuente de energía adecuada. Muchas sondas utilizan paneles solares, pero si se alejan demasiado del sol, se vuelven inútiles (la sonda más lejana que los utiliza es la sonda Juno, que orbita Júpiter). El secreto de las Voyager radica en sus corazones atómicos: ambas están equipadas con tres generadores termoeléctricos de radioisótopos, o RTGs, pequeños generadores de energía que pueden producir energía directamente a bordo. Cada RTG contiene 24 esferas de óxido de plutonio-238 con una masa total de 4.5 kilogramos. El plutonio-238 es un isótopo inestable, lo que significa que sufre descomposición radiactiva. Los átomos de plutonio en los RTGs liberan partículas alfa—que están compuestas por dos protones y dos neutrones—y estas impactan en el recipiente del RTG, calentándolo. El calor se convierte luego en electricidad.
El Fin de las Voyager
Pero a medida que pasa el tiempo, el plutonio a bordo se agota, y así los RTGs producen cada vez menos energía. Por lo tanto, las Voyager están muriendo lentamente. Las baterías nucleares tienen una vida útil máxima de 60 años. Para conservar la energía restante de las sondas, el equipo de la misión está apagando gradualmente los diferentes instrumentos en las sondas que aún están activos. Por ejemplo, en octubre, se apagó el instrumento de ciencia de plasma de Voyager 2—que mide átomos eléctricamente cargados que pasan cerca de la sonda; el mismo dispositivo en Voyager 1 se apagó en 2007 debido a un mal funcionamiento. Estos instrumentos se utilizaron para estudiar partículas cargadas en el campo magnético del sol, y fue precisamente este detector en 2018 el que determinó que Voyager 2 había salido de la heliosfera y se había vuelto interstelar. Quedan cuatro instrumentos activos, incluido un magnetómetro, así como otros instrumentos utilizados para estudiar el entorno galáctico, con sus rayos cósmicos y el campo magnético interstelar. Pero estos están en sus últimos años. En la próxima década—es difícil decir exactamente cuándo—las baterías de ambas sondas se agotarán para siempre. Esta historia apareció originalmente en WIRED Italia y ha sido traducida del italiano.
Fuente y créditos: www.wired.com
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